Hasta ahora he participado sin falta en The SilverBloggers Chronicles, pero en esta ocasión me siento en un predicamento. Saben, soy un buen comensal, con algunos gustos particulares como todos. Empero, al noble arte de la cocina, me declaro un ignorante e incompetente. Aunque en ocasiones mi familia me alaba como cocinero. Sí, cuando pago las cuentas en los restaurantes a la carta. Ja, ja, ja.

Podría señalarte mis comidas favoritas. ¡Pero elaborarlas por mí mismo! Sí que es un asunto bastante serio. No digo que no pueda esmerarme por aprender en esta etapa de mi vida. Es más, en ocasiones lo he intentado. Incluso hace años compré un libro de cocina para tontos. Y me sirvió para aprender a cocinar y freír huevos, preparar pastas con salsas de fácil preparación, e incluso para cocer el arroz con eficiencia. En los últimos tiempos, con ayuda de tutoriales en la Web, aprendí a elaborar crema de garbanzo, en un intento de recrear a la deliciosa crema usada en el falafel de origen en el medio oriente. ¡Me gusta un montón!

Gracias a Dios, mi esposa cocina exquisito. Por cierto, su sazón mejora cuando se enfrenta a la escasez de condimentos y se la ingenia para crear platos únicos e irrepetibles. Supongo que es un saber intuitivo y oral traspasado de generación en generación. ¿Qué sé yo cómo lo hace? Simplemente, la comida le queda deliciosa.

De mis hijos, uno es chef de cocina. Todos afrontamos la decisión de qué profesión u oficio ejercer para ganar el sustento, y él, probó varias opciones. Inició estudios de ingeniería, pero desistió a media carrera. Luego optó por la milicia y, casi al terminar el ciclo de formación, lo abandonó. Como padres, estábamos preocupados. Fue entonces cuando él decidió estudiar para chef. Al principio, mi esposa y yo pensábamos que también iba a desertar, pero nos equivocamos gratamente. Hoy es un chef reconocido por innovar en la cocina y por elaborar platos deliciosos ante un público exigente.