Alicia había puesto toda su alma en su pequeño restaurante, "Sabores de Alicia". Cada rincón del lugar estaba decorado con cariño, y sus recetas eran un tesoro transmitido de generación en generación. Sin embargo, día tras día, el silencio reinaba en las mesas vacías. Por más esfuerzo que ponía, la magia de su cocina no llegaba a más personas. La desesperación empezaba a acechar.
Una tarde, mientras revisaba viejas cuentas que no cuadraban, conoció a Gabriel, un joven especialista en marketing y redes sociales que había llegado al pueblo buscando un cambio de ritmo. Su energía era contagiosa y sus ideas brillaban como una chispa en la oscuridad. Alicia, sin muchas opciones, decidió darle una oportunidad.

En menos de una semana, Gabriel transformó "Sabores de Alicia" en una experiencia digital. Creó perfiles del restaurante en todas las redes sociales, pero no sólo compartía fotos de los platos; contaba historias. Historias de Alicia, de las recetas, de los agricultores locales que proveían los ingredientes. Cada publicación era un fragmento del corazón del restaurante, y la gente empezó a sentirlo.
Organizó eventos en vivo, como clases de cocina con Alicia, y subió videos donde ella explicaba los secretos detrás de sus platos. El toque final fue una campaña que ofrecía un "menú sorpresa" inspirado en los recuerdos de los clientes, que se volvió viral.
En cuestión de semanas, "Sabores de Alicia" pasó de estar vacío a tener una lista de espera. La clientela no sólo venía por la comida, sino por la historia que ahora era conocida y admirada. Alicia finalmente vio cómo su sueño florecía, y sabía que todo había sido posible gracias a Gabriel y su habilidad para conectar a las personas con algo auténtico.
De ahí en adelante, "Sabores de Alicia" se convirtió en un referente no solo gastronómico, sino de cómo un negocio puede renacer con creatividad y pasión.
Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.