Nunca visité ese restaurant, principalmente porque residíamos en el oeste de Caracas y era allí donde salíamos a comer.
Una experiencia igual a la que describes nos pasó en un restaurante con dos estrellas Michelin para aquel momento, ubicado en un pueblo llamado Castillo de Tajarja perdido en el medio de la campiña andaluz: Restaurante El Olivo de Miguel y Celia.
Los platos venían uno tras otro y al rayar el cuarto de siete ya no podíamos más.
Pero no teníamos Festal a la mano.
Abrazo, querido amigo.